Coleccionar fotos es coleccionar el mundo.
Susan Sontag.
Coleccionar fotografías
Quisiera comenzar este trabajo con la definición de colección según Sánchez Yvette, quien afirma que es un “conjunto de varias cosas, por lo común de una misma clase, que se han elegido y reunido ateniéndose a una norma” (SÁNCHEZ, 1999, p.14) y por otro lado acerca del coleccionismo señala “afición a coleccionar objetos y técnica para ordenarlos debidamente” (SÁNCHEZ, 1999, p.14). Jiménez Blanco en su texto sobre coleccionismo en España se pregunta qué significa ser coleccionista y destaca que pueden existir varios factores como los estéticos, de poder, otros más ligados a una imagen y posicionamiento social y/o político, a su valor mercantil, entre otros. Y en este sentido, la autora, siguiendo a Kryzsztof Pomian asegura que el valor de una colección se sitúa entre “lo invisible y lo visible” (JIMÉNEZ BLANCO, S/F, p.133). Por otro lado se entiende que el coleccionismo privado es de alguna manera más libre ya que se orienta, algunas veces, según criterios más subjetivos. Respecto a esto veremos más adelante cómo surgió en Fernández Rivero su deseo por el coleccionismo y cuál es su criterio de selección.
En consecuencia, sería interesante pensar qué podría estar en el orden de “lo invisible” en los coleccionistas privados. La pasión por los objetos, el desencadenamiento de la obsesión hacía la completud de su colección.
Muy someramente veamos qué pasa con el coleccionismo en España, éste en las últimas décadas del siglo XX ganó relevancia tanto como objeto de investigación como también de atención social. Jiménez Blanco afirma que se desarrolló en dos líneas, una relacionada con la creciente sensibilidad hacia el acervo artístico nacional como símbolo identitario y otra provocada por la curiosidad hacia comportamientos individuales que incidieron en la formación de patrimonios y en el apoyo a la producción plástica. (JIMÉNEZ BLANCO, S/F, p.8). A pesar de esto, la investigadora española aclara que de todos modos el coleccionismo privado sigue siendo escaso y su estudio aún más, silencioso. En este sentido marca una clara diferencia respecto al coleccionismo público con un mayor auge y con objetivos limitados a la imagen o publicidad en algunos casos (Jiménez Blanco, S/F, p.9).
Abordemos el caso específico del coleccionismo de fotografía, David Sánchez Cano aclara que presenta diferencias respecto al coleccionismo general “ya que por la cualidad intrínseca de su elevado contenido de realidad, la fotografía ha sido estimada sobre todo por su valor mimético” (SANCHEZ CANO, 2008, p. 250). El autor destaca que lo fotografiado prima por sobre los factores involucrados en el proceso de producción de la imagen siendo de esta manera desdeñados en pos de una mirada y valor más documental. En este sentido este coleccionismo es practicado en menor medida que el de otro tipo de producciones artísticas. El caso del coleccionista que nos ocupa difiere de esta descripción ya que él, como se verá más adelante, se ocupa principalmente de los procesos de producción de la imagen por sobre la representación misma, esto se evidencia también por la posesión de cámaras y dispositivos visuales de diferentes épocas. En otro orden de cosas Sánchez Cano coincide con Jiménez Blanco en relación a la escasa bibliografía y estudio acerca del coleccionismo que permitirían a su vez abrir el camino no solo a la investigación sino también a nuevos coleccionistas, teniendo en cuenta que, “las fotografías, que almacenan el mundo, parecen incitar al almacenamiento” (SONTAG, 2012, p.14).
El coleccionista
Juan Antonio Fernández Rivero nació en Málaga en 1956, su formación es economista. Desde pequeño se vio atraído por el coleccionismo pasando de los sellos a las postales antiguas. En primera instancia se acerca a la fotografía como fotógrafo aficionado y posteriormente a partir de la lectura de La historia de la fotografía en España, desde sus orígenes hasta 1900, de Lee Fontanella, es que comienza a coleccionar fotografías. (MORALES, 2013, S/P). Este acercamiento marcado por la lectura mencionada destaca la importancia otorgada a los procesos históricos de la práctica que son los que guiaron su recorte temporal. Su mujer Teresa, licenciada en historia y que ejerce como bibliotecaria, en los comienzos colaboró en la colección catalogando e inventariando, cuestión importante teniendo en cuenta la cantidad de ejemplares, su labor es de gran necesidad de cara a la gestión de la colección. En los últimos años se ha implicado más en la gestión de la colección y es la responsable de la divulgación a través del Blog y de las redes sociales. Últimamente incluso comenzó a colaborar con el marido en la redacción de artículos y publicaciones. En relación a esto último es importante mencionar que Juan A. Fernández Rivero excede la tarea meramente de coleccionista ya que se aboca a la investigación y divulgación de la práctica. Ha escrito varios libros algunos de los cuales son: Tres dimensiones en la historia de la fotografía. La imagen estereoscópica del año 2004, Historia de la fotografía en Málaga durante el siglo XIX, de 1994, Málaga, fotografías desde la farola de 2008, por solo citar algunos. La difusión es a través de su página web donde puede verse una gran cantidad de fotografías que ya han sido digitalizadas para su consulta con el objetivo de contribuir al estudio de la historia de la fotografía. Como él mismo ha señalado "Yo no he tratado de acumular porque sí. El coleccionismo debe tener un sentido, un valor documental y criterio histórico. Recopilo pensando en que esto tenga algún día una función museística". (MORALES, 2013, S/P). Aunque aún no logró este deseo que considera la obra de su vida, en algunas oportunidades ha colaborado prestando obras para algunas exposiciones como es el caso de una muestra realizada en el Museo de Picasso en Málaga, realizada desde febrero hasta junio de 2013, donde colaboró con 8 fotografías que ayudaron a recrear la ciudad y entorno del pintor. En otra oportunidad realizó una exhibición de su colección llamada “Fotografía y espacio” sobre el origen de la recreación de la imagen en tres dimensiones, realizada en el marco de la Bienal Internacional de Cine Científico en Octubre de 2010, patrocinada por la Fundación Unicaja1. Otra es “Málaga, fotografías desde la farola (1852-1900)” realizada en el año 2008 en Ámbito cultural de El Corte Inglés. Para esta exposición Fernández Rivero realizó el texto, que lleva el mismo nombre de la muestra, y que también se encuentra disponible en su página. Recientemente presentó en Córdoba, en el marco de su Bienal "Magia y Realidad. La fotografía del XIX en la Colección Fernández Rivero", que es un repaso a la historia mundial de la fotografía y que estaba en esta ciudad entre los días 16 de marzo y 17 de mayo de 2015. La otra es en Málaga, en el MUPAM (Museo del Patrimonio de la Málaga), "Vida cotidiana en Málaga durante la Belle Époque", recientemente inaugurada y que estará hasta septiembre de 2015.
Como se observa, además de la colección, acumulación y clasificación de estos objetos, Fernández Rivero se acerca de varias maneras a una práctica más social e intelectual si se tiene en cuenta la difusión, producción e investigación que desarrolla de manera minuciosa. Si bien su colección es privada, en la medida en que tiene oportunidades la ofrece tanto en préstamo como también en la realización de exhibiciones propias, (sin perder de vista tampoco la posibilidad de verla en la web, dato no menor que implica una amplia sociabilidad y difusión de su colección). Jiménez Blanco asegura en este sentido, que son pocos los coleccionistas privados que dan a conocer sus colecciones (JIMÉNEZ BLANCO, S/F, p.133). En el caso que nos ocupa hay por un lado una pasión por compartir esos objetos y por otro por llevar adelante un trabajo en conjunto, ya que es una actividad que desarrolla con su esposa, cada uno ocupa su rol dentro de la colección.
Ahora bien, para el caso específico del coleccionismo de fotografía, Sánchez Cano asegura que existe una ilusión de poseer lo fotografiado debido “al alto contenido de realidad en la fotografía […] sugiere el engaño, quizás subconsciente, de hacer equivaler la imagen con lo fotografiado” (SÁNCHEZ CANO, 2008 p.269-270). Esta idea de posesión también fue mencionada por Sontag (2012, p.151): “La fotografía es adquisición de diversas maneras. En la más simple, una fotografía nos permite la posesión subrogada de una persona o cosa querida, y esa posesión da a las fotografías un carácter de objeto único”.
Benjamin incorpora a la pasión por la pertenencia una relación directa con lo caótico por el caudal de recuerdos que habita en cada uno de los objetos de su posesión (BENJAMIN, 1993, p.14) los recorridos previos, la historia de su hallazgo, sus antiguos dueños, todo lo que en cierta manera deja una huella imborrable en ese objeto, toda esta historia anterior suma en ese instante de íntima contemplación, donde al sostenerlos en sus manos, parece ver a través de ellos hacia su pasado remoto, como inspirado (BENJAMIN, 1993, p.15) estableciendo de esta manera una relación casi mágica con los objetos. Una proximidad tal que, según Berger, halaga la mano del propietario en el sentido de pensar en la capacidad que tienen estos objetos de recrear un microcosmos del mundo al que está ligado. (BERGER, 1980, p.99). En este vínculo íntimo creado a partir de este mundo propio, caja de cristal según Benjamin, es donde se gesta y crece esta adicción por los objetos avivada por ciertas conductas y por la posibilidad de mirar y sentir placer en el acto de acariciar las piezas. De esta forma, los objetos, despojados de su contexto original a través del proceso de desmontaje, pasan a adquirir la condición de sublimes, donde el valor ya no es el otorgado en el mercado sino el que se configura como valor suplementario por su capacidad de singularizarse en esa colección y de singularizar a su propietario (SÁNCHEZ, 1999, p.16).
La colección
Esta se originó en 1988. No recibe ningún tipo de subsidio ni ayuda económica. Contiene actualmente más de 45000 objetos fotográficos originales y diversos. Es una de las más amplias y se encuentra entre las mejores de España a nivel privado. Alberga desde los procedimientos de copia única, como los daguerrotipos, ambrotipos, ferrotipos o autócromos en color, hasta los de reproducción múltiple, de los que existen ejemplares negativos, en papel, vidrio y película y sus correspondientes copias, siempre de época, en sus numerosas variedades: calotipos, albúminas, gelatinobromuros, cianotipos y otros, así como ejemplos de los primeros sistemas de fotoimpresión mecánica. Plasmados en formatos y soportes diferentes como las cartes de visite, cabinets, estereoscópicas, negativos en cristal, postales, entre otros. También posee álbumes de viajes, libros ilustrados con fotografías originales, cámaras, visores y aparatos fotográficos y estereoscópicos.2 En cuanto al recorte y a sus intereses, Fernández Rivero señala: “En primer lugar debemos señalar la acotación temporal, que abarca un periodo que va desde mediados de la década de 1840 hasta las primeras décadas del siglo XX. En segundo lugar tenemos unas prioridades espaciales, geográficas, de manera que la fotografía internacional figura solo como un referente histórico museístico en la colección, pero la prioridad es la fotografía relacionada con España, con una especial atención hacia Andalucía, y por razones de origen también con Málaga y su provincia. Por último y como tercer criterio la fotografía estereoscópica ocupa un lugar importante en la colección”.3 Este recorte temporal que elije Fernández Rivero y que por tanto tienen una relación directa con los soportes y las distintas etapas iniciales de la práctica fotográfica, que claramente están en desuso hoy en día, colocan al coleccionista en un lugar de reparación y recuperación y en este sentido Sontag (2012, p.81) señala “en un mundo que está a un paso de convertirse en una vasta cantera, el coleccionista se transforma en un personaje consagrado a una piadosa tarea de rescate”. Su colección almacena el pasado de su provincia de origen. Y en este sentido retomo la idea expresada anteriormente acerca de la mayor libertad y subjetividad con que se desarrollan las colecciones privadas en relación a las públicas. En Fernández Rivero podría decirse que hay además de la pasión por la fotografía y práctica en sí, un enamoramiento y fascinación por el lugar que lo vio nacer, crecer y desarrollarse y es el que lo lleva a establecer su recorte espacial. Retomando a Jiménez Blanco se afirmaría cierto sentido de colección “como autorretrato, porque en ella se reflejan los gustos, las afinidades y los objetivos vitales de quien colecciona: en definitiva, su mirada y su lugar en el mundo” (JIMÉNEZ BLANCO, S/F, p.133). De todos modos él logró conjugar ese amor y pasión inicial con la tarea intelectual que mencioné anteriormente. La investigadora española describe este pasaje desde una “colección basada en la intuición a otra en el conocimiento, de una pulsión momentánea a un proyecto desarrollado en el tiempo, de una acción a una narración.” (JIMÉNEZ BLANCO, S/F, p.135). Y en relación a esto cita a otro coleccionista, Juan Redón, quien asegura “el paso de comprador a coleccionista implica un proyecto intelectual que no tiene sentido si no se puede compartir. El coleccionista no ha de ser un secuestrador que sustrae las obras de la circulación.” (JIMÉNEZ BLANCO, S/F, p.136).
Claramente Fernández Rivero haciendo circular su colección propone un recorte y montaje que permite al visitante de su página rearmar a su vez una visión de este tiempo y espacio lejanos y por otro lado es un gran aporte al investigador que se ocupa de este tema específico, él encuentra un gran camino allanado debido a la minuciosidad de su trabajo de reparación y preservación de ese pasado y de esa práctica en desuso actualmente.