// 3 de noviembre de 2016

Llegué a Martínez de Hoz al mediodía… en la delegación (es el equivalente a la municipalidad) había unas 30 personas esperándome… maestras, directoras, una señora que tiene un museo, una pareja de artistas, el delegado, su secretaria…
Me dieron la bienvenida, me presentaron, hablé de mi, pregunté a ellos quienes eran… y terminó todo.
Me fui con Miguel Raposo, que es la persona que se ofreció a hospedarme. Su casa es un bar/pulpería. No tengo un lugar fijo (una habitación) para dormir... cuando cierra el bar, por la noche, me acomodo en algún lugar. … me gusta la situación.

Me sentí bastante confundido en la bienvenida. Estaban los directivos de todas las instituciones, y dos artistas locales. Fueron amables, todos me ofrecían su espacio para que haga algo. Me preguntaron varias veces cuando voy a ir al jardín, cuando voy a ir a la escuela, cuando voy a ir al secundario... a hacer algo, o a conocer. No tengo claro que hacer en esos lugares. No quiero relacionarme con niños o jóvenes. No me interesa… no se ni siquiera como empezar a armar una relación con ellos. La expectativa de todas las personas que pertenecen a instituciones es que los vaya a visitar y que les “deje algo de mi arte”… un mural, una charla, un dibujo…

Uno de los artistas (Alejandro) fue el único que me habló de la laguna y de restos humanos hallados allí. Él me dijo que vaya a verlo, a su casa, cuando me parezca. Todos los demás quedaron a la espera de que yo me acerque a su institución.
Salí a recorrer el pueblo con Miguel, en su auto. Él es nacido aquí. Pero gran parte de su vida se la pasó viajando por el mundo, sobre todo por Latinoamérica. Es artesano, trabaja muy bien la plata. Es su especialidad. Regresó al pueblo hace tres años y abrió este bar. Es un personaje reconocido aquí en el pueblo, muy cuestionado.
No recuerdo bien los lugares que recorrimos y la gente que me presentó en mi primer día en Martinez de Hoz.

Es muy diferente lo que me transmiten hombres y mujeres. No diferentes opiniones, sino diferentes situaciones… Un hombre y una mujer, aquí en el pueblo, tienen diferentes intereses y valores.
Voy a intentar entender este lugar a partir del punto de vista de los hombres. De los hombres adultos.

// 5 de noviembre de 2016

Hoy por la mañana salí de paseo con Ermindo, el delegado. Recorrimos, caminando, varios puntos del pueblo que necesitaba conocer. Le pedí que me llevase a donde se realizó la fundación de Martinez de Hoz; hoy, toda esta parte del pueblo, está abandonada. Por algún motivo, con el tiempo, esa parte quedó descartada y fue reemplazada. Se alejaron, lo abandonaron, pero sé que las personas con las que pude relacionarme en este tiempo no logran olvidarlo. Es un peso que llevan sobre sus espaldas todos los habitantes de Martinez de Hoz.
El nuevo pueblo se instaló a casi dos kilómetros de esa primera estación; el pueblo nuevo tiene hoy más de 1000 habitantes.

Sé que al exponerme públicamente con Ermindo estoy separándome del resto de las personas… pero armar una relación con él me abre puertas y facilita muchas cosas.

Una de las puertas que me abrió fue la del bar.
Coco es el dueño del bar. Antes era peón rural; ya el físico no le da para continuar con ese oficio. Su trabajo consistía en ocuparse del ganado, de proveedores, controlar la siembra, la cosecha, ser el responsable de los temporales, estar día y noche preparado para esa enormidad de tierra y trabajo, y disponible para su patrón también.
En el bar solo sirve bebidas y pasa el rato con los clientes… la mayoría de los clientes son de su edad, y los conoce desde hace muchos años. Son todos de Martínez de Hoz.
Me hice habitué del bar.
El primer día hablé con 6 personas de manera informal y espontánea. Sus preguntas estaban siempre referidas a mi lugar de origen, mi casa y mi trabajo. Mis preguntas giraban siempre en torno a sus trabajos, sus casas y sus padres. Me interesa saber cómo se relacionaban con sus padres… qué recuerdos tienen… al preguntarles por sus oficios estoy muy cerca de llegar a su padre… por lo general fueron los padres los que le enseñaron ese oficio que algunos aún practican. Son pocos ahora… el resto está muriendo y arrastrando consigo todo su saber.

Me resulta extraño relacionarme con hombres; no tuve ese hábito de niño ni de joven. Ahora lo hago y me da fortaleza y entusiasmo observarlos. Me gusta tomar algún gesto, alguna palabra, algún abrazo… y encontrarme con mi papá en esos pedazos de vivencias.
Elijo los pedazos que necesito, cada vez.

Los hombres con los que me encuentro tienen el ceño como una roca. Me gusta mucho hacerlos reír... la risa desarma todo el pasado y todo el futuro.
El bar es un momento de presente absoluto.

Me emociona la pausa que se genera en una conversación cuando se activa la búsqueda de recuerdos… cuando esto sucede se desactiva la mente. Las respuestas dejan de ser intelectuales… para responder es necesario rememorar… y luego ponerle palabras a eso.
Esa pausa enciende a las personas.

Es por todo eso que me resulta muy atractivo intimar con los hombres viejos… ellos ya no necesitan nada… en su relación con otro no buscan lograr una meta más… ellos están esperando algo muy grande e inevitable, y saben que no lo van encontrar aquí en la tierra.

Con Hermindo no sucede eso… él tiene un plan que antepone a toda relación.

// 6 de noviembre de 2016

He intentado separar por fecha esta bitácora. Pero con el pasar de las horas y los días mi estadía en el pueblo se ha vuelto atemporal… no tengo claro la fecha en que vivo, ni que día es. Es frecuente, por ejemplo, que hoy considere importante las vivencias de algún otro día.
A veces, tengo recuerdos de mi infancia.
Tengo en la memoria momentos vividos en diferentes días, y recuerdos encendidos por esas vivencias; estoy armando un bloque de experiencias, sin tiempo ni lugar.
Creo que deshacerme de los días y de las horas me libera de la estructura que siempre busco. Ahora tengo espacio libre para poder enfocarme en lo emotivo y en las ideas cotidianas; va a ser muy revelador mi trabajo aquí.

// El tornado.

Don José es relojero, y músico. Toca el bandoneón.
Ya no trabaja, ni hace música.
Ahora junta objetos viejos. Tiene una casa en donde clasifica y exhibe todos esos objetos.

Me contó que una vez hubo un tornado; y que se quedó mirando por la ventana el modo en que esa fuerza natural se llevaba todo: casas, máquinas, árboles, vacas...
Me dijo que el tornado parecía acariciar las cosas, las tomaba y las desarmaba en el aire... y las hacía desaparecer. Y que vió al tornado acercándose a su casa... y que no sintió temor.

// Las colonias.

Salimos muy temprano con Miguel, en su auto. La intención era ir a lo del Urraco, un hombre mayor que vive solo; es el único que aún habita una de las colonias.
A las colonias las armó Perón en el 1952. Tomó tierras y las repartió. 1000 mts x 1000 mts tiene cada colonia. Me imagino el entusiasmo de las personas al recibir ese pedazo de tierra y dinero para construir su casa propia. Se enamoraron, se casaron, tuvieron hijos, sus hijos crecieron; y, como buenos padres, decidieron que lo mejor para sus hijos era que estudiasen; entonces los hijos terminaron el colegio, fueron a la universidad y se hicieron profesionales. Profesiones que no tienen lugar en ese pedazo de tierra que les fue dado, ni en este pueblo…
Entonces se fueron… y ese entusiasmo de ese hombre con su tierra se hundió... junto con su oficio y su conocimiento.
Los colonos se fueron de las colonias y se instalaron en el pueblo. Hay más de 100 casas, construidas en la década del 1950...

abandonadas

El progreso, como si fuese un tornado, está arrasándolo todo.

// El cementerio.

Hoy, por la mañana, pregunté a dónde quedaba el cementerio. Me guiaron, es muy fácil llegar, está a espaldas del pueblo.
La primera persona que enterraron en el cementerio fue un aborigen… nadie sabe quién era… pero se sabe que trabajaba en la estancia de C.

Me gustaría desenterrar un muerto del cementerio y exhibir eso…

Imagino a esa acción/reacción como una metáfora del trabajo que deseo hacer aquí

Sé que no quiero dejar este lugar más bello.
Quiero dejarles una marca expuesta.
Que para regresarla a la oscuridad tengan que destruirla.

// Sobre la separación I.

Cuando la estación de tren se construye (1902) se van a vivir cerca de ese nuevo edificio los terratenientes de la zona. Tenían su casa en el campo, y se hicieron su segunda casa cerca de la estación de tren. De alguna manera, y por alguna razón, no permitieron que esa población aumente.

Donde hoy es el pueblo nuevo, antes era un basural.
Me dicen muchos que Martínez de Hoz es el pueblo desaparecido que está en la estación de tren, y que esta parte del pueblo, lo nuevo, tiene otro nombre. En el 1985 se realizó una encuesta para que el pueblo decida si cambiar o no el nombre: decidieron no cambiarlo.

// Sobre la separación II.

Quedarse a vivir en la casa de una persona local, es de alguna manera estar asociado a esa persona.
Ando bastante con Miguel, y él tiene su punto de vista, opinión y prejuicio de todo lo referido al pueblo. También sucede que al convivir con Miguel, todos los habitantes que tienen conflicto con él se reservan su opinión conmigo... se separan.
Ponerme a buscar otras opiniones buscando objetividad es un trabajo muy complejo.
Entonces voy a tener una mirada solo subjetiva y desde el punto de vista que me da Miguel.

// Carteles de los pueblos.

Me interesa mucho la tipografía usada para marcar y nombrar los pueblos del Partido de Lincoln.
Las letras están formadas con vacío… me gusta ver el cielo a través de ellas, me resulta muy bello eso… me gustaría ver el agua de la laguna a través de esas letras.

// La laguna.

Me interesa mucho la laguna. El suceso de los restos humanos encontrados… la incertidumbre que genera eso.
Hoy fui a la laguna. Mientras preparábamos un bote para entrar al agua no pude dejar de pensar en que podría haber sido yo ese hombre que encontraron...
¿Cómo sabían sobre esta laguna? ¿Cómo llegaron hasta aquí? ¿Por qué ellos también abandonaron este lugar?
Pienso también en las ruinas de este pueblo, en la memoria viva de cada persona cada vez que posa su mirada en esas ruinas, en el peso de esos recuerdos...
¿Por qué conservan esas ruinas?... ¿por qué no las hacen desaparecer en vez de seguir esperando un tornado? ¿Es que saben que aunque pasen diez mil años las ruinas van a estar siempre?
Pasaron más de diez mil años... y ese hombre reapareció.
Tal vez el olvido es una ilusión. Y nada desaparece.
El bote ya estaba en medio de la laguna, salté por la borda... y me quedé allí flotando, mirando el cielo azul, tratando de imitar la posición en que estaban enterrados algunos de los cuerpos hallados. Me sumergí unos minutos bajo el agua fría. Bebí de ahí mismo hasta llenar mi estómago…
Mientras me hundía pensaba en el progreso, y comprendí que su feroz modo de destrucción es una artimaña más de la naturaleza.
Lo único permanente aquí es la laguna. El agua nos va a trascender a todos.
Quiero contagiarme de esta laguna, permanecer para siempre.

Esta agua es eterna... como un alma.

// Martinez de Hoz el viejo.

Una estación de tren abandonada.
Una escuela abandonada.
Una casa abandonada.
Huesos abandonados.
Un almacén abandonado.
Un club abandonado.

// Martinez de Hoz el nuevo.

Una estación de tren abandonada.
Una escuela abandonada.
Una casa abandonada.
Huesos abandonados.
Un almacén abandonado.
Un club ab _ n _ _ nad _
Una panadería a _ _ nd _ _ ada
Un matadero _ b _ n _ _ na _ _

// EL último día.

En un rato me voy de Martinez de Hoz... le pido a Miguel que me acerque hasta el pueblo viejo. Le digo que se vaya, que me quiero quedar un momento a solas aquí...

// 25 de noviembre de 2016

Ya estoy en mi casa.
Y, mientras escribo todo esto, recorro una vez más esas calles...

... imagino un tornado llevándose todo ese pedazo de pueblo abandonado, liberando a todos los habitantes de Martinez de Hoz de semejante carga...

pero no...

... Dios, a veces, no es tan bueno.

















1 a 8 Fabian Nonino, Residência Comunitária — Martinez de Hoz, Partido de Lincoln, Argentina, 2016.